Tras cinco años de crisis económica,
desde la quiebra del cuarto banco financiero de los Estados Unidos
(Lehman Brothers) en 2.007, pocos lectores pueden dudar ya de que
estamos frente a una crisis global que arrastra al abismo gobiernos y
economías nacionales de todo tipo y color. Es la crisis más
profunda que se ha vivido desde hace ocho décadas, cuando el “crack”
de 1.929, y pese a la experiencia conocida se siguen cometiendo los
mismos errores: idénticos en los orígenes que condujeron al “crack”
y a la quiebra de Lehman Brothers e idénticos en la forma de
resolver los problemas, lo que de nuevo condujo posteriormente a la
llamada “gran depresión” de los años 30 y a la “recesión”
que conocemos en estos momentos.
Pero lo que interesa resaltar ahora es
el porqué de una situación que se mantiene de forma artificial
sabiendo que en el pasado la solución fue bien sencilla: Hacer que
circule el dinero. Es obvio que una empresa sin crédito no puede
funcionar y este es el principal problema. Los bancos y entidades
financieras invirtieron nuestros ahorros en las famosas “sub-prime”
o hipotecas basura de clientes que no podían devolver los préstamos
a poco que viniese una pequeña “gripe” económica y eso es lo
que ocurrió. Hoy los bancos, cajas de ahorro y entidades financieras
no pueden dar créditos a las empresas porque no tienen dinero
suficiente, lo han malgastado. Peor aún, tampoco podrían devolver
los ahorros de sus clientes en un hipotético caso de que fuésemos
todos a sacar nuestro dinero de nuestras libretas y cuentas
corrientes, lo que se conoce como “el corralito argentino”.
La única crisis similar a la actual
se superó en el pasado haciendo justo lo contrario que ahora
Con este panorama es fácil comprender
que los gobiernos acudan primero a rescatar a los bancos para evitar
males mayores. Esto se está produciendo ya, en el caso de España,
con los préstamos del Banco Central Europeo a la banca española. Lo
que no es cierto es que para que esto ocurra se deba desmontar el
Estado de Bienestar a base de privatizaciones o se deba recortar en
el gasto público.
Precisamente es todo lo contrario a lo
que se debe hacer para salir de la crisis como se demostró en el
pasado. Entonces, con el “New Deal” o “Nuevo Contrato” de
Rooselvet en Estados Unidos, se atajó la crisis dejando quebrar los
bancos que usaron malas prácticas, se recapitalizaron los sanos, se
crearon programas de empleo (incluso en actividades inútiles) y se
facilitaron subsidios a los parados por el gobierno americano, con el
único fin de que circulase el dinero: Si un parado tiene un mínimo
de ingresos puede gastar en las tiendas y de esta forma mantener los
empleos y las empresas que produzcan los bienes que consuman.
El Estado temporalmente complementó a
la empresa privada en los sectores que esta no podía cubrir y se
pusieron las bases de lo que hoy conocemos como estado de bienestar:
seguros de paro y jubilación, sanidad y educación pública. Si bien
en Estados Unidos fueron muy tímidas estas reformas y se acudió
principalmente a la producción de armamentos con motivo de la II
guerra mundial, lo que ocasionó por primera y única vez el pleno
empleo, en Europa y Japón, tras la guerra, se consiguió con este
tipo de economía mixta la pronta recuperación y ser de nuevo
primeras potencias mundiales junto a los Estados Unidos.
Los neoliberales aprovechan esta crisis
para introducir sus reformas ideológicas creando un "estado de shock"
¿ Por qué ahora no se hace así ?. En
plena guerra fría un grupo de economistas formularon unas teorías
por las cuales el “Estado de Bienestar” era un tipo de comunismo
encubierto, que dedicaba recursos inmensos por parte de los estados a
fomentar la pasividad de las clases más bajas, trabajadores que se
conformaban con los subsidios para no buscar trabajo, con el dinero
de los impuestos de las clases más emprendedoras, lo que limitaba la
libre competencia. Dichas teorías, que luego se llamaron
neoliberales, se enfrentaban abiertamente a todo aquello que
proviniese de los estados como forma de intervención económica.
Hablaban del “mínimo estado” y que a lo sumo solo se debería
invertir en la seguridad y la defensa de los estados, el resto de la
economía debería volver a manos privadas, siendo que esta ya se
regularía por sí misma por la ley de la oferta y de la demanda.
Esta máxima de que “la política no
debería intervenir en la economía” fue calando
profundamente en los principales grupos de presión financieros
americanos y europeos, dedicando fuertes sumas durante décadas a la
formación de economistas y políticos en las universidades más
prestigiosas, y que, por supuesto, defendiesen dichas teorías en
contraposición al “comunismo imperante”.
Las teorías neoliberales fueron
puestas en práctica por primera vez y de forma sistemática en los
años 80 por los gobiernos de Thatcher en Inglaterra y de Reagan en
los Estados Unidos, tomando como “laboratorio” el Chile de
Pinochet. El principal teórico y asesor gubernamental de estas
“nuevas” teorías, que se enfrentaban a las del economista
impulsor del “estado de Bienestar” John Maynard Keynes, fue
el también economista Milton Friedman, quien comprobó en Chile que
la mejor forma de que la población “aceptase de buen grado y sin
oposición” las reformas neoliberales propuestas, era producir un
“estado de shock” en la ciudadanía similar al que se produce en
cualquier persona tras un accidente de tráfico o un trauma por la
pérdida de un familiar. La forma adecuada era aprovechar un golpe de
estado, como en Chile; un desastre natural como el “Katrina”
donde Friedman aconsejó al presidente Bush imponer el cheque escolar
para que los padres acudiesen a los colegios privados para educar a
sus hijos en vez de reconstruir escuelas; o situaciones de crisis
económica, como la actual, forzando a límites extremos para imponer
sus políticas.
En
los 90 del siglo pasado estas políticas neoliberales dejaron un
Chile prácticamente privatizado (sistema de pensiones, educación y
sanidad) pero con unas clases altas más ricas y gran parte de clases
medias pasaron al umbral de la pobreza. Situación que no pudieron
cambiar los gobiernos democráticos posteriores a Pinochet. En los
Estados Unidos se produjo el fenómeno de los “homeles”, los sin
casa que se cobijaban en las inmediaciones del metro con un cartón
como única vivienda. En Inglaterra se introdujeron sistemas mixtos
de “copago” donde antes no existían y se logró desmontar la
fuerza de los todopoderosos sindicatos ingleses, las “Trade
Unions”, privatizando sectores estratégicos enteros. En todos los
casos el resultado fue la creación de grandes bolsas de población
marginal y desprotegida, que permanecieron incluso en las épocas
“progresistas” de Clinton en los EEUU y de Tony Blair en
Inglaterra.
Políticos
y economistas, tanto conservadores como socialdemócratas tienen formación
similar
A
pesar de esta gran tragedia humana y colectiva, los buenos resultados
obtenidos con estas políticas neoliberales en los números
“macroeconómicos” de las economías nacionales y la creación
de nuevos mercados en la Europa del este por la caída de los
regímenes comunistas, principal objetivo del neoliberalismo, la
economía mundial volvió a crecer. Ello era debido en gran parte por
la revolución tecnológica que supuso internet y a la alta
competividad de las grandes empresas que absorbieron a las pequeñas
y medianas, imponiendo precios asequibles para un alto consumo y
creando miles de puestos de trabajo, eso si, trabajando más horas
por menos dinero y con menos derechos.
Tal
situación sedujo a los principales partidos conservadores europeos y
en extremo al Partido Republicano norteamericano, quien impuso en la
época de George Bush una mística casi religiosa por el
neoliberalismo, desregularizando (y obligando a otros países a hacer
lo mismo) los controles al flujo de capitales y a las operaciones
bancarias. El descontrol de las finanzas supuso la codicia de grandes
grupos de capital y la complicidad de los bancos y demás entidades
financieras a nivel global. Hasta que quebró Lehman Brothers, cuyo
principal responsable en Europa no era otro que el actual ministro de
economía de España, Luis de Guindos.
Por
desgracia la mayor parte de economistas y políticos, tanto
conservadores como socialdemócratas, se han formado en universidades
y centros de estudios financiados por los defensores de las teorías
neoliberales. Las teorías del estado de bienestar de Keynes fueron
abandonadas absolutamente por una pijada que en teoría resolvió
Friedman con unas simples medidas monetaristas para un fenómeno de
crisis “estanflacionaria” (alto paro y altos precios al mismo
tiempo). Keynes no pudo resolverlo porque hacía décadas que estaba
muerto y nadie, hasta la fecha, se ha preocupado de actualizar sus
teorías. Por ello se vuelven a cometer los mismos errores.
Por
eso a nadie debería escapársele que las “reformas” económicas
y sociales que se presentan hoy como “necesarias” y “únicas
vías de salvación”, no son otra cosa que imposiciones ideológicas. Nos obligaron a privatizar empresas y
sectores estratégicos energéticos y de comunicaciones para entrar
en el Mercado Común europeo de entonces y remataron después para
entrar en la zona euro de la Unión Europea. Dominaban
ya las políticas de Reagan y la Thatcher en los inicios de nuestra
entrada europea con F. González, posteriormente con Aznar ya Europa comulgaba
plenamente con el neoliberalismo, incluidos el Partido Laborista
inglés de Tony Blair y el socialdemócrata alemán de Schroeder.
Una isla, España, desde donde los socialistas españoles tampoco podían navegar en solitario y a contracorriente, una porque la economía globalizada ya no podía ser controlada sin contar con la mayoría de gobiernos europeos, de derechas, otra porque sus dirigentes económicos estaban y están “contaminados” de ideología neoliberal y, finalmente, porque quienes pagaban nuestra factura, los bancos, cambiaban nuestro dinero por “papeles mojados” de millones de hipotecas y títulos financieros insolventes que jamás se podrán cobrar, principalmente de pisos sobrevalorados propios y americanos... a través del Deutche Bank.
En otro momento hablaré del “Consenso de Washington”, donde se plasma el núcleo de las “reformas neoliberales” que abrazan la prácticamente totalidad de partidos conservadores europeos con Angela Merkel a la cabeza como principal impulsora desde Alemania. En España los principales valedores de estas teorías lo conforman un influyente grupo de intereses empresariales y financieros muy ligados a los medios de comunicación y a los principales partidos de derechas como el PNV, CiU y, por supuesto, el Partido Popular.
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